sábado, 12 de junio de 2010

Los puntos débiles de un modelo importado

La crisis europea pone a prueba la "flexiguridad", que combina amplia flexibilidad de la fuerza de trabajo con un ingreso contra el desempleo. Aquí, los límites de un sistema que se ofrece para América Latina
Por Ismael Bermúdez.
Revista Ñ 12-6-2010

“El Nuevo Escenario Laboral Latinoamericano” reúne diversos estudios que ponderan la llamada “flexiguridad” como una alternativa válida y superadora para las economías de América Latina.

Como se explica a lo largo de todo el libro, la llamada “flexiguridad” es un modelo “que surgió en varios países europeos, de los cuales Dinamarca es su principal exponente”, donde rige una amplia y absoluta flexibilidad de la fuerza de trabajo en las empresas con un sistema de ingreso garantizado contra el desempleo y de reinserción laboral.

Básicamente, en el modelo danés, las empresas pueden despedir en cualquier momento al trabajador sin costo directo alguno. En tanto, si cuando estuvo activo hizo aportes, el despedido tiene asegurado – con un año de pertenencia--un ingreso a través de los Fondos de Desempleo (llamados a-kasse), administrados por los sindicatos. La administración de esos cuantiosos fondos asegura la colaboración de las direcciones sindicales con el sistema y contribuye a que haya una alta tasa de afiliación sindical (80%).

En caso de no pertenecer a un fondo de desempleo, el desocupado puede percibir un subsidio cuyo monto está condicionado por su situación económica familiar y no solamente individual. Y también condicionado a la búsqueda y aceptación de un empleo vacante.

Otra característica es la “paz social”: entre los períodos de renovación de los convenios de trabajo es ilegal que los trabajadores hagan huelga, aunque mantienen ese derecho si no se logra un acuerdo para renovar el convenio.

Según los distintos autores, al combinar “flexibilidad laboral” con “seguridad social”, este sistema habría logrado mostrar que es posible contar con un mercado de trabajo flexible sin afectar la protección social de los trabajadores. Y agregan que resultó ser exitoso ya que habría logrado aumentar la productividad de las empresas, disminuir la desocupación y acortar el período de búsqueda de un nuevo empleo. Así Dinamarca tiene una alta tasa de empleo y una baja tasa de desocupación.

“El eje primario de este programa es una fuerza de trabajo muy móvil y una seguridad de ingreso apoyada equitativamente por políticas activas del mercado de trabajo y políticas de educación. Juntas constituyen uno de los tres pilares del llamado “triángulo de oro” danés”, señala Henning Jorgensen, profesor de la Universidad de Aalborg y ex director del Instituto Sindical Europeo, quien agrega que “un equilibrio sensato y justo entre la flexibilidad y la seguridad, teniendo en cuenta los distintos intereses de los interlocutores sociales, facilitará la eficiencia del mercado de trabajo”.

Otro ingrediente es la alta presión fiscal (más del 50% del PBI frente al 30/35% de la mayoría de los países europeos) que ayudan a financiar el esquema social.

Algunos autores atribuyen la implementación de este esquema a que Dinamarca es un país pequeño, con 5,6 millones de habitantes y una fuerza laboral de 2,8 millones de personas, y una tradición política de colaboración liberal-socialdemócrata, que no se puede generalizar sino que debe ser adaptada a las características de cada país.

“La flexiguridad se plasmará de manera distinta en cada sistema. Las condiciones iniciales y las tradiciones nacionales influirán mucho en los procesos y diseños. No se puede trazar una única hoja para América Latina. No existe un enfoque único aplicable a todos los casos, al contrario de las recetas que se encuentran en el “Consenso de Washington”. La flexiguridad debe promoverse no como una cuestión de imitación sino de inspiración”, dice Jorgensen, quien destaca que en 1993 la tasa de desempleo llegó al 12,4% y fue disminuyendo hasta el 1,6% en agosto de 2008, con una alta tasa de empleo – 77%-- una de las más altas de Europa. “Esto sólo se puede entender como algo promovido por la estructura institucional del modelo danés de flexiguridad”, concluye Jorgensen.



BOOM PETROLERO E INMOBILIARIO



Los textos presentan todos estos “logros” laborales y sociales como propios de la “flexiguridad” sin analizar que el contexto económico global se caracterizó durante los últimos años anteriores a 2007 por un fuerte repunte económico, crecimiento de la actividad y del empleo al amparo de la fuerte suba del precio del petróleo y una burbuja inmobiliaria que inundó buena parte de Europa.

La suba del precio del petróleo ayudó a que Dinamarca- que logró en 1997 el auto-abastecimiento- pasara a ser exportador neto de energía, lo que benefició ampliamente a las arcas públicas con los impuestos y la participación del Estado en las ganancias petroleras. Así en 2006, petróleo y gas constituyeron el segundo rubro más importante de exportación, contribuyendo con 12% del total de las exportaciones. Luego, en 2008, el superávit en el comercio exterior de Dinamarca fue de casi US$ 6.000 millones, mientras que la que la contribución neta del sector de los hidrocarburos a la balanza de pagos fue de US$ 10.000 millones. O sea si no hubiera sido por el sector de hidrocarburos, las cuentas hubieran sido deficitarias.

Por su parte, el superávit fiscal fue en 2008 alrededor de US$ 12.000 millones, gracias a que la contribución del sector de hidrocarburos fue de casi 7.000 millones. Así el superávit hubiera sido de menos de la mitad si no hubiera sido por el sector de hidrocarburos. También hubo una “burbuja” en el valor de las propiedades.

Con la caída del precio del petróleo esta situación se revirtió. “Mucho depende del comportamiento del precio del petróleo. En un escenario de precios bajos (U$S 30 por barril), la contribución fiscal del sector de hidrocarburos será insignificante, y aún a un precio de US$ 60 por barril la contribución va mermando en los años venideros. Solamente si el precio regresa a US$ 120, “la fiesta” puede continuar un rato más – por lo menos una media década”.

NO TODO LO QUE RELUCE ES ORO

A partir de fines de 2007, con el inicio de la crisis internacional, la realidad económica y social danesa se modificó.

“Dinamarca, que experimentó un 'boom' inmobiliario en la década de los 90, se ha convertido en la primera economía de la Unión Europea en entrar en recesión”, señaló la información oficial por la caída consecutiva de su economía en la primera mitad de 2008. Así, la inversión cayó el 5,1% en 2008, retrocedió otro 12,4% en 2009 y se prevé que vuelva a disminuir el 4,9% en 2010. En 2009, el comercio exterior se contrajo más del 10%.

Casi inmediatamente, y por la caída de los precios de la vivienda, el Banco Nacional de Dinamarca, Danmarks Nationalbank, se vio forzado a tomar el control de Roskilde Bank con el 45% de sus créditos otorgados al sector inmobiliario, ante la situación de insolvencia de la entidad. Luego se produjo la caída del Ebh Bank, “por las pérdidas de la entidad relacionadas con los créditos hipotecarios”, en tanto a comienzos de 2009 el fondo estatal danés de estabilización financiera tuvo que asumir el control del Fiona Bank, la novena entidad del país.

Un documento de la OCDE (Organización de Cooperación y Desenvolvimiento Económico), difundido luego de editado el libro, señala que recién ahora la “flexiguridad” va a experimentar “la primera verdadera prueba” por el impacto de la crisis global. Y aporta cifras. En 2009, el PBI de Dinamarca retrocedió el 2,9%, “la mayor caída de los últimos 40 años”. El desempleo subió del 3,3% en 2009 al 5,9% en 2009 y se prevé que alcance el 6,9% en 2010. “La tasa de desempleo de los jóvenes aumentó del 7,2 en 2008 al 12,4% en el cuarto trimestre de 2009”, reconoce la OCDE que agrega que “un aumento de la tasa de desocupación puede desembocar en un alza del desempleo estructural…”.

Por su parte, un reciente estudio de Óscar García Agustín de la Universidad de Aalborg puntualiza que con la irrupción de la crisis empezaron afectar “seriamente a uno de los tres pilares del “triángulo de oro” danés: la seguridad”. Y cuestiona por “paradójico que la Unión Europea explore las bondades del modelo danés mientras que el gobierno aplica políticas económicas que lo contradicen y lo ponen en peligro”.
Así señala que “un estudio reciente del sindicato LO (Confederación de Sindicatos de Dinamarca) mostraba que en los últimos 25 años la compensación por desempleo (la relación entre el salario y la prestación por desempleo) había caído un 25%. La media de la compensación de los miembros del sindicato LO es actualmente de 52,4%. Esto se debe a que se ha ido rebajando el salario fijado para obtener el 90% (sólo un 15% de los desempleados recibe este porcentaje, esto es, los trabajadores con los salarios más bajos). Ante esta disminución constante del porcentaje de la prestación, los trabajadores empiezan a cuestionar la facilidad del despido y pedir un mayor número de días de preaviso para poder planificar su futuro laboral. La pérdida de seguridad podría traducirse en una pérdida de movilidad”.
También en el período de bonanza, muchos jóvenes consideraron innecesario aportar al Fondo de Desempleo. Ahora, con la crisis, muchos se quedaron sin el empleo y sin el seguro.
“Un fenómeno similar – agrega- ha sido revelado por la mayor fragilidad a la que el mercado laboral ha quedado expuesto con la crisis. La bonanza económica llevó a algunos trabajadores a darse de baja de su fondo de desempleo a-kasse (hablamos de pertenecer al fondo y no al sindicato, aunque sea éste el que gestione el fondo). Los trabajadores, que vieron innecesaria la dimensión de la seguridad, percibieron que apenas tenían problemas para encontrar empleo y que no dependían del fondo de desempleo. En la actualidad, cuando se encuentran en el paro y se vuelven a anotar al fondo de desempleo, no pueden cobrar la prestación inmediatamente porque necesitan haber sido miembros durante un año. Tampoco pueden recibir el subsidio de desempleo porque está condicionado por la situación económica familiar (incluyendo propiedades) y se reserva solamente para gente que se encuentra en serios apuros y carece de recursos económicos básicos”.
La calidad del empleo también está afectada. “La pérdida de seguridad conlleva una pérdida gradual de la calidad del empleo. En los actuales tiempos de crisis, los trabajadores daneses están dispuestos a trabajar por un salario menor. En términos del modelo de flexiguridad, esto supone volver a la seguridad en el puesto de trabajo, debido a la disminución de la seguridad en el empleo, y un abandono de los altos salarios e impuestos para mantener el Estado de bienestar”, señala Óscar García Agustín.
Por su parte, y no obstante resaltar el modelo danés, Jorgensen reconoce que por la alta flexibilidad laboral, “una de cada tres personas del mercado de trabajo danés cambia de empleo cada año”. Esta alta rotación – por la facilidad del despido- “desalienta a las empresas y autoridades públicas a invertir mucho en más formación y educación debido a la posibilidad de perder su inversión”.

Otro problema clave es la inmigración. Jorgensen precisa que, “ por ejemplo, las personas que no son de origen danés tienen una participación limitada en el mercado de trabajo; sólo el 47% de las minorías étnicas tiene empleo, en comparación con el 77% de los daneses”.

Ahora, con el agravamiento de la crisis -- el déficit fiscal danés se perfila al 5,4% del PBI -- el Gobierno de Dinamarca presentó un plan de “recuperación económica” que incluye medidas como reducir la ayuda al desempleo de 4 a 2 años y recortes en el cheque o ayuda infantil. La fórmula es: más flexibilidad y menos seguridad.

A modo de conclusión puede afirmarse entonces que “El nuevo escenario laboral latinoamericano” es un intento tardío de desembarcar en la región la “flexiguridad” cuando la crisis global está destruyendo millones de puestos de trabajo en el mundo y el capital reclama un nuevo ajuste sobre las condiciones laborales y sociales

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